Yumbilla, un tesoro en la Amazonía peruana

Yumbilla, un tesoro en la Amazonía peruana

Hace pocos días que entré en Perú por el norteño paso fronterizo de La Balza. Mi primer destino fue quedarme en Pedro Ruiz para ir a las cataratas de Yumbilla. Un lugar que me sorprendió gratamente dada la imponente y exhuberante belleza paisajística. Hoy les traigo un relato sobre cómo llegar a las cataratas de Yumbilla, y lo que me encontré recorriendo los 9 kilómetros de extensión.

Yumbilla

En el noreste de Perú, en la región amazónica del país suramericano, se alza la catarata de Yumbilla con uno de los saltos más altos del mundo. Son sus 900 metros de altura los que la convierten en la quinta catarata más alta del mundo hasta el momento. Todo un descubrimiento que se hizo hace relativamente poco en la región de Cuispes.

¡Wow! Una atracción que no me podía perder. Hay varias formas de llegar a este desconocido lugar. Hay quien contrata un tour desde Chachapoyas, ciudad más al sur, pero más conocida. Otra opción es ir desde Pedro Ruiz, como hice yo. Como se encuentra en Cuispes, hay que tomar un transporte que te acerque al pueblo de Cuispes donde hay que pagar una tasa de entrada al parque. El precio de la entrada es de 10 soles, y el precio del mototaxi también de 10 soles.

Después hay que elegir entre subir caminando los cinco kilómetros que separan el centro del pueblo de la entrada de Yumbilla, o pedirle al mototaxi que te lleve hasta arriba, otros 5 soles. Como iba con mi hermana, y el dinero sale del mismo bolsillo, preguntamos por otras alternativas en el pueblo. Fue cuando conocí a Aldo, un padre de familia que recién abrió una agencia de turismo: «Transportes Pantoja». Negociamos con él el precio y por 50 soles nos hizo todo el trayecto de ida y vuelta. Nos salió bastante redondo la verdad.

El parque

Hay dos caminos que se adentran en el bosque nublado, uno por la derecha que lleva a la catarata Pabellón, muy bonita por cierto. Y otro que se adentra en el lado izquierdo que tras pasar por tres cataratas llega hasta la gran Yumbilla. El camino es bastante sencillo, y la dificultad es baja. Además, cuenta con varios miradores construidos en bambú que te dejan ver la magnitud de la selva. Sin duda quedé impresionada.

Cada uno de los saltos que me iba encontrando por el camino era cada vez más bonito. Estaba sin palabras. Además, durante la jornada no nos cruzamos con nadie, por lo que le dio un plus al lugar y a la actividad. A veces llegas a los sitios y te encuentras a tantas personas, que pierde todo el encanto que pudiera tener. Nos llevamos algo de comida que no dudamos de zamparnos en el último mirador. Es recomendable llevarse algo de comer, y bastante agua. Ah, y se me olvidaba, también llevar repelente de mosquitos, si no quieres sufrir de tener más de 10 picaduras por centímetro cuadrado de tu cuerpo.

El recorrido completo se puede hacer en cuatro horas, disfrutando del precioso y deslumbrante paisaje a un ritmo cómodo. Sin duda, un lugar que ha dejado huella en mi alma, no solo por lo bonito, sino por la paz que se respira ahí. Ahora seguimos la ruta para descubrir ruinas y secretos de los chachapoyas, una cultura ancestral que antecede en el tiempo a los incas.