
El genuino Valle de Cocora, Colombia
Como ya sabrán los que siguen mi paso, mi aventura en Colombia va a ser bastante corta, tan solo de 10 días. Por ello, trato de ver lugares únicos que no podré disfrutar en otros lugares del mundo sino aquí. Había escuchado que el Eje Cafetero tenía sitios muy bonitos, y que el pueblo de Salento era el pueblo colonial por excelencia de la zona. Además, contaba con un genuino atractivo. Hablo del fabuloso Valle de Cocora, en la cordillera central de los Andes Colombianos
El Valle de Cocora
Hicimos noche en Salento. Ese día nos costó bastante arrancar, pero ahí estábamos, en la plaza central del pueblo dispuestas a realizar una ruta por el Valle de Cocora. Hay guaguas (autobuses) públicas que te llevan hasta la montaña donde comienza el camino a cada hora a las y media. Pero, como se nos pegaron las sábanas esa mañana, no llegamos a tiempo y ya se hacía tarde. Así que tomamos un Jeep.
Si reúnes a 8 personas el Jeep sale al momento. El precio es de 5000 pesos por persona solo ida. No nos costó mucho reunir a cuatro personas más (nosotras ya éramos cuatro), así que salimos enseguida. Al llegar allí andábamos un poco pérdidas y no sabíamos muy bien qué hacer. Nos dijeron que había un sendero que era gratuito y otro de pago. Y que también se podía visitar la casa del Colibrí, pagando claro.
Cuando llegamos preguntamos las opciones. Resultó finalmente que sí, que hay un sendero gratuito pero que simplemente conduce al río, sin apreciar la magnificidad del lugar. Después hay dos opciones: hacer la ruta corta que va hasta un mirador, y la ruta larga de 10 kilómetros que pasa por el bosque hasta llegar a la Casa del Colibrí (de pago a parte), y finalizando pasando por todos los miradores. Después de debatirlo, decidimos hacer la ruta larga. Nos dimos algo de prisa porque íbamos pilladas de tiempo y no queríamos que se nos hiciera de noche. La entrada para hacer la ruta cuesta 3000 pesos por persona (menos de un euro).
La ruta
Comenzamos el sendero. Primero era descubierto, hasta que poco a poco comenzaba a adentrarse en las profundidades de un bosque precioso. El camino es fácil pero la noche anterior había llovido y el suelo estaba bastante resbaloso en algunas zonas. Además, la primera parte de la ruta, hasta el mirador (5,8 kilómetros) era cuesta arriba, algo que dificultó el ritmo en algunos puntos.
De igual forma, todo era tan bonito que aprovechamos cualquier descanso para tomar fotografías. La verdad que todo era tan bonito y mágico que ya no sabía ni a dónde enfocar. Asimismo, el sendero discurre por selva a la par de un río. Por lo que fue necesario cruzar varios puentes colgantes de madera de dudosa fiabilidad. Llegamos a la Casa del Colibrí y una de las muchachas con la que estaba quiso desviarse para verlo. Ana, mi hermana y yo seguimos la ruta para esperarla en el mirador.
Por lo que nos habían dicho era la parte más dura del camino. Y no se equivocaron. La pendiente era bastante pronunciada, y nos faltaba el aire cada vez que subíamos más. Hicimos varias paradas y cuando llegamos a la zona alta del mirador nos quedamos sin respiración, pero por la belleza tan maravillosa del paisaje. Sin duda, y pese al cansancio, había merecido demasiado la pena el esfuerzo.
El descenso
Reposamos un poco en la cima para comenzar a bajar y llegar a la zona de los miradores. Si la anterior parte me había encantado, conforme fui bajando el sendero quedé totalmente maravillada con el singular paisaje. Justo se empezó a meter niebla y algo de lluvia. Algo que realzó la vista convirtiéndola en un panorama ténebre en el que sobresalían unas altas palmeras de finos troncos, de 60 metros de altura.
Tenía frío. De hecho, las deportivas las tenía empapadas de la lluvia. El chubasquero me aislaba pero empezaba a calarse también y a sentir el frescor. Y aún así, estaba tan atónita que no paraba de observar el característico paisaje. Jamás había visto nada igual. Seguimos bajando y vimos el resto de miradores, pero la niebla cada vez era más espesa y se podía ver menos. Sin embargo, el paseo y la ruta fueron verdaderamente geniales. Me sigo declarando enamorada de Colombia.