¿Qué pasa en la frontera Colombia – Ecuador?

¿Qué pasa en la frontera Colombia – Ecuador?

Se acaban mis días en Colombia y toca cruzar la frontera Colombia – Ecuador. Colombia es un fantástico país que sin duda me ha sorprendido para bien. Después de despojarme de los numerosos prejuicios que nos hacen tener en Europa acerca de los países Latinoamericanos, pude disfrutar al 100% de la experiencia. Un país con una fuerte cultura, una exquisita gastronomía, y unas personas que derrochan amabilidad y alegría. Sin duda volveré en algún futuro, todavía me queda mucho por conocer de este fantástico lugar.

Y volviendo al tema que nos reúne hoy, quiero contarles sobre la trágica situación que se vive en la frontera Colombia – Ecuador por el Puente Internacional de Rumicacha, que es el único paso entre ambas naciones que permanece abierto 24 horas al día. Ya les adelanto, que lo que se vive allí da mucho que pensar. Pasé 10 horas hasta poder cruzar la frontera, debido a las enormes colas de personas que se formaron. Pero vayamos por partes.

Frontera Colombia – Ecuador

Colombia

Nos habían comentado que a veces ser tarda mucho para cruzar la frontera Colombia – Ecuador porque hay mucho movimiento de personas. Hay quien nos dijo que estuvo una hora y hay quien nos dijo que pasó siete horas esperando para sellar el pasaporte a la salida de Colombia y a la entrada de Ecuador. Nosotras nos confiamos y aunque salimos pronto de la ciudad de Pasto, cerca de la frontera, nos llevamos una sorpresa enorme.

Catedral de Las Lajas, Ipiales

Para cruzar la frontera hay que llegar hasta la población de Ipiales. Nadie se va de Colombia sin pasar primero por la catedral de Las Lajas, en la misma localidad de Ipiales. Sinceramente, para mi gusto, me la esperaba mucho más grande y majestuosa. La había visto en imágenes y me parecía la típica estructura de películas medievales en las que se accede a la ciudadela por un puente y una edificación de infarto. Fue un poco decepcionante llegar y ver que era una iglesia sin más. Eso sí, el entorno es bastante bonito, y las vistas desde el río son las mejores, porque parece más grande.

Para llegar hasta ella hay que tomar un colectivo en la terminal de Ipiales por 2.500 pesos. Si vas con tu mochila, porque después vas a cruzar la frontera (o porque vienes de Ecuador), debes saber que en la terminal existe servicio de guarda equipaje. El servicio cuesta 2.000 pesos y está bajando las escaleras principales. Está señalizado así que no te perderás.

La frontera

Después de visitar la catedral de Las Lajas, nos dispusimos a cruzar la frontera Colombia – Ecuador. Para ello, desde la misma terminal de Ipiales hay que tomar un colectivo por 2.000 pesos que te dejará en la oficina de salida colombiana. Llegamos a la 13.30 y para nuestra sorpresa la cola era enorme. Estábamos bastante desconcertadas. Sin embargo la primera parte la pasamos bien, ignorantes nosotras que no sabíamos qué nos esperaba después.

Sellamos el pasaporte de salida de Colombia sin ningún problema, después de haber pasado dos horas haciendo cola. Y con mucha ilusión cruzamos el famoso puente que separa las dos naciones. Ilusión que se acabó de repente cuando llegamos a la puerta de puerta de acceso al puesto migratorio que daba acceso a Ecuador.

Cruce de frontera Colombia - Ecuador, puente internacional de Rumicacha

Entrada en Ecuador

Era asombroso cuanta gente había ahí. Tantas personas que comenzamos a seguir la fila para ponernos al final y resultó que dimos la vuelta al edificio llegando casi otra vez a la puerta de acceso al puesto de control. Para que se hagan una idea, hubiéramos tardado menos en ponernos al final de la cola yendo hacia la izquierda que era dónde finalizaba la fila, en vez de hacia la derecha que era donde empezaba. En fin, intentamos mentalizarnos de que íbamos a estar bastantes horas allí. Y lo que parecía un trámite tranquilo, se convirtió en un caos total llegada la noche.

Había tanta gente en la frontera Colombia – Ecuador, e íbamos a estar varias horas, que fue inevitable entablar conversación con las personas que teníamos delante y detrás. A excepción de un grupo de cuatro españoles que estaban justo detrás de nosotras (ellos salían de Ecuador e iban para Colombia), todas las personas con las que hablé (y les aseguro que fueron bastantes) eran de Venezuela. No dudé en aprovechar la oportunidad para conocer de primera mano la situación que se vivía en el país suramericano y que tan sonado es en Europa.

Cruce de frontera Colombia - Ecuador, puente internacional de Rumicacha

Testimonios de Venezuela

Todos los testimonios auguraron desesperación. No hay trabajo, y quien tiene la suerte de tenerlo con el sueldo que gana no le da para vivir. El salario mínimo, y casi que máximo también, es de unos 6 dólares al mes. Unos cinco euros para que nos hagamos a una idea. Conseguir alimentos es prácticamente imposible, por no hablar de medicinas. «Mi sobrino murió de una infección de oído que comenzó siendo leve. Por no poder administrarle la medicación pertinente, al cabo de dos semanas falleció», me comentaba Efrén.

«Allí lo único que es barato, por no decir que es regalado, es la gasolina. Es más si vas a repostar con tu carro y no tienes sencillo – así le llaman al suelto – te dejan irte sin pagar. La gasolina no vale nada. Pero para qué queremos gasolina si no tenemos para comer», me contaba indignado Lionel. «Mira estos billetes, nosotros mismos los sacamos del mercado porque no valen nada. Toma te regalo estos tres», me decía Efrén mientras me mostraba y obsequiaba con tres billetes de 9.000, 10.000 y 20.000 bolívares.

«Y, ¿cuánto tiempo llevan viajando para llegar aquí?, ¿les costó mucho salir de Venezuela?», les preguntaba curiosa. «Pues hay dos opciones, o vas haciendo paradas y tomando los buses locales, o contratas un viaje ya organizado en bus que sale de Venezuela y llega a Perú, pero éste es mucho más costoso. Nosotros (refiriéndose a un grupo de cuatro muchachos que se conocieron en la travesía) salimos de Venezuela en buses locales. Llevamos cuatro días de viaje ininterrumpido hasta llegar aquí. De bus en bus», me aseguró Lionel.

Caos en la noche

La conversación se vio interrumpida en la frontera Colombia – Ecuador por un movimiento masivo de las personas que estaban delante de nosotros en la fila cuando cayó la noche. De repente todo el mundo se levantó (la mayoría de personas en la cola estábamos sentados en el suelo) agarrando sus equipajes y se empezaron a mover. Por lo visto los policías habían dicho que no podíamos estar en grupo y que teníamos que ponernos en fila de uno. Evidentemente, al estar todos en grupos, lo que sucedió al levantarnos fue que nos apelotonamos aún más.

Marcas como ganado

Después de varios minutos de desconcierto moviéndonos de un lado para otro, conseguimos formar una fila más o menos ordenada. Primero el policía pasó sellando el antebrazo de cada uno de nosotros. Y después resultó que el sello era solo para controlar la fila porque iban a pasar a ponernos números. Ahí se formó un conflicto porque mucha gente que estaba atrás aprovechó la coyuntura para intentar colarse. Llevábamos horas allí y ya todos nos conocíamos, sabíamos quién iba delante y quién detrás. Así que la táctica no funcionó pero hubo momentos de tensión.

Posteriormente el policía, pasada una hora, volvió para escribir números en nuestros brazos. Quién no estuviera marcado no iba a poder pasar al puesto fronterizo a sellar el pasaporte. Así que se pueden imaginar el revuelo en mitad de la noche. El frío ya estaba haciendo mella en todos. Sacamos la ropa de abrigo que teníamos a mano. Y tuvimos que comprar algo de comida en los puestos de venta ambulante, que muy higiénicos no son que digamos.

La situación se agravó cuando de repente cerraron el baño a las 8 de la noche, alegando que no había agua. Hecho que nos obligó a todos los que necesitábamos ir al servicio a tener que subir una loma para poder aliviar nuestras necesidades de evacuación de fluidos. En definitiva, un caos en toda regla. Por fin, a las 10.30 de la noche conseguimos pasar al puesto de control para sellar el pasaporte. He de decir, que después de las 9 de la noche abrieron más ventanillas de atención al público y la cola aligeró bastante.

Ya en Ecuador

Conseguimos cruzar la frontera Colombia – Ecuador y aún así la odisea no había terminado. Tomamos un colectivo para llegar hasta la terminal ecuatoriana de Tulcan por un dólar. Ahí compraríamos un boleto para Quito , la capital del país. Para nuestra sorpresa cuando llegamos a la estación de guaguas nos encontramos con una cola enorme para comprar los billetes. No podía ser. Por lo visto estaban dando sitio en las guaguas para las siguientes tres horas. Por tanto, no pudimos agarrar una a Quito hasta la 1.30 de la madrugada.

Siguen los testimonios

Por suerte, nuestros amigos venezolanos nos acompañaron en tan tediosa jornada. Ahí seguimos conversando sobre la grave situación de Venezuela. Aseguran que los países de Ecuador y Perú son los mejores que se están portando con ellos. Con suerte algunos van con alguna oferta de trabajo ya concertada desde su país. Otros tienen algún contacto, y hay quién desesperado va a probar suerte. «Esta mala situación que estamos viviendo es por culpa del bloqueo que Estados Unidos nos está ejerciendo porque no le queremos vender nuestro petróleo», comentaba Miguel.

«Sin duda. Por mucho que los medios de comunicación digan lo contrario, todos los venezolanos sabemos lo que pasa. No hay derecho que le hagan esto a un pueblo por no dejarse invadir. Lo mismo le pasó a Cuba décadas atrás», replicó Efrén. Todos coinciden que las cosas no se están haciendo bien. Que hay muchos disturbios, pero que no se está mostrando lo que sucede con veracidad.

«La situación es muy mala. No hay artículos para comprar porque no llega nada. Y eso es por el bloqueo. En esta sociedad de globalización todo viene del mismo sitio. Y si no puedes con tu enemigo debes unirte a él. Aunque sea por el porvenir de tu pueblo», aseguraba Miguel, que le duele tener que marcharse.

Ellos son personas formadas, que tienen estudios y han podido reunir algo de dinero durante meses para poder irse a trabajar. Ahora les esperan trabajos diferentes a su profesión. En países diferentes, lejos de su familia. Muchos decidieron marchar para enviar algo de dinero a Venezuela. «Imagínate, con solo enviarles 10 dólares al mes ya les soluciono la vida», asegura Efrén.

Fuerza

Es asombroso y triste cada historia que contaron. Ahora, sumidos en la desesperación emigran para poder garantizar un futuro a sus familias que no consiguieron salir. El sistema está jodido, debemos de criticar menos y reflexionar más sobre todos y cada uno de nuestros actos, que indirectamente tienen una correspondencia en este ciclo vital. Aunque no lo creamos, y pensemos que estamos ajenos a estas situaciones que se suceden en distintas partes del mundo, todos somos parte de un mismo puzzle.

Finalmente, conseguimos agarrar la guagua hasta Quito. Llegamos al día siguiente a las 6.00 a.m. Ahí se separaron nuestros caminos. Sin duda, una lección muy grande de reflexión se extrae de todo esto. Y después de un largo viaje. Queda recuperarse y coger fuerza. Vamos a seguir con esta aventura apasionante que está resultando la travesía. Grabé un video casero ese día para que puedan ver la magnitud de personas que cruzan la frontera. Por lo que pregunté a los vendedores ambulantes, la situación se repite cada día. Fuerza para Venezuela, y ánimo para todas las personas que van a cruzar la frontera Colombia – Ecuador. Quizá lo mejor será cruzarla por la noche, cuando apenas hay personas.