Lo que vi y aprendí en mi primer día en Costa Rica

Ya conocía algo sobre Costa Rica, lo que sale en la tele, y lo que fui leyendo en reportajes y noticias. Llegué al país el 15 de septiembre por la noche y apenas pude apreciar la magnificidad del lugar. Me alojé en un pequeño hostel en la región de Alajuela, a tan solo 8 minutos en coche del aeropuerto. Para llegar a él tomé un uber, que aunque son ilegales en Costa Rica porque los taxistas les denuncian, es una opción bastante barata y segura (apenas me salió por 2.65 euros, mientras que el taxi son unos 6 dólares. Si vas a tomar un taxi recuerda coger los oficiales que son de color naranja). El hostel se llama Cortez Azul, y lo regenta un chico español que llegó hace unos meses a Costa Rica.

El lugar es muy acogedor, aunque aún están un poco de reformas, el sitio es bastante lindo, y los que allí trabajan son muy amables. En el desayuno ofrecen abundante fruta del país, la verdad que con un sabor extraordinario y un tamaño XXL. Lo bueno de alojarte en estos lugares es que conoces gente de distintas partes del mundo, con muchas inquietudes, y de las que puedes aprender mucho. Además, te pueden sugerir lugares a los que ir, trucos, alojamientos, establecimientos…

Al día siguiente, el 16 de septiembre, me dispuse a tomar una guagua hacia la ciudad de San José, apenas cuesta 550 colones (menos de un euro) desde Alajuela. Sale desde la estación central del norte: en la calle Radial Francisco J. Orlich. Una vez allí, en San José, hay que tener en cuenta que hay dos calles principales: la Avenida 1, y la Avenida Central. Estas dos se cruzan por calles nombradas por números. Ya depende de a dónde quieras ir para coger una u otra.

La vida en Costa Rica

Algo que me llamo mucho la atención fueron las señales de tráfico, nada de ‘stop’, aquí usan el ‘alto’, ‘no vire a la derecha’, o ‘no vire a la izquierda’. Es bastante curioso pararte a apreciar las distintas señales y carteles que hay por las calles. La gente es muy tranquila, van sin prisas. Las avenidas principales están llenas de puestos de venta de fruta y venta ambulante. Anuncian sus precios y ofertas del día al son de la música y de un speaker que invita a pasar a quiénes pasean por dichas calles. Todo muy pintoresco.

La fruta tiene un tamaño descomunal, nunca había visto piñas, plátanos, y papayas tan grandes. Por no hablar de su precio. Por menos de un euro puedes llevarte un gran manjar a casa para disfrutarlo. Esto es el paraíso de la fruta sin duda. Y si ya tenemos que hablar del sabor, me es difícil describirlo. Poseen una jugosidad abundante, son dulces y tiernas, y poseen un sabor y olor muy intenso. Natural 100%. Es delito no probar cualquiera de estas frutas, al igual que los cocos, que caen de sus árboles por todo el país, entre otras frutas. Aún me queda bastante tiempo para probar todo el abanico gastronómico.

La amabilidad de sus gentes es algo también característico del país. Siempre están dispuestos a ayudarte en todo momento. Cuando vas a realizar alguna pregunta o entras en cualquier comercio siempre contestan con ‘¿en qué puedo servirte?’, y cuando les das las gracias, siempre responden con un ‘con mucho gusto’ y una gran sonrisa. Ademas, usan el ‘pura vida’ tanto para decir ‘hola’, como para decir ‘adiós’. Es como la frase por excelencia del país. Realmente esto es pura vida. La amabilidad y la tranquilidad hacen que el día a día lo vivas a otro ritmo, sin duda.

La vegetación y el reciclaje de productos es algo que también me llama la atención. Jamás había visto una vegetación tan abundante, tan frondosa, tan bien cuidada, tan grande, y con unos colores tan vivos. Sencillamente maravilloso. Además, las infraestructuras se encuentran mimetizadas completamente con la naturaleza, esto le aporta un encanto especial al lugar, no cabe duda. Las cáscaras de cocos son usadas como recipientes, los troncos secos se usan para hacer escaleras, servilleteros y toalleros en los alojamientos, las macetas para hacer capuchones de farolas… En fin, una cantidad de cosas inimaginables fruto de la creatividad de sus gentes por aprovechar absolutamente todo y darle una utilidad.

Ahora mismo me encuentro en Puerto Viejo de Talamanca, al sur del país por la costa caribeña. Es un pueblo turístico realmente, pero que mantiene la esencia del pura vida. Me alojo en el oasis, que se encuentra en primera línea de playa, un hostal bastante cuidado y con un estilo de vida colorido y natural. Cuenta con una ducha al aire libre entre palmeras y árboles, tremendamente curioso y bonito. Las mesas y sillas de la cocina están pintadas de colorines y sus dueños deleintan a sus clientes con música relajante durante todo el día. Con un volumen muy bajito, eso sí, para que todos podamos apreciar los sonidos de la naturaleza, como la de los monos aulladores, pájaros y demás fauna silvestre. Les iré informando de lo que va aconteciendo durante estos días. Hasta el momento, Pura Vida.