Leon, la ciudad de Nicaragua al completo

Leon, la ciudad de Nicaragua al completo

Llegué a la ciudad de Leon, al oeste de Nicaragua, cerca de la costa pacífica. Allí estuve haciendo un voluntariado de dos semanas en Casa Abierta, un eco hostel vegetariano en pleno centro de la ciudad. El tiempo fue más que suficiente. Si bien es cierto que la urbe posee lugares con encanto, y tradiciones más que curiosas, la educación de los hombres brilla por su ausencia.

Casa Abierta en Leon

Luisa y Silveria son dos muchachas belga y nicaragüense, respectivamente, que regentan Casa Abierta. Se trata de un eco hostel que está decorado con materiales reciclados. Está situado enfrente del hospital, y a dos calles de la Catedral, centro histórico de la famosa ciudad.

Casa Abierta, León, NicaraguaEl trabajo que se realizaba era bastante sencillo, y siempre abierto a nuevas ideas. El voluntariado era de cinco días a la semana, unas cinco horas diarias, a cambio de desayuno, almuerzo, y cama. Además, se podía escoger el horario que se prefiriera, y las tareas que realizar.

Coincidimos con Erick, un voluntario de Perú, y con Clara, una voluntaria catalana. Los cuatro hicimos buenas migas, y con Silveria y Luisa hacíamos el sexteto perfecto en la casa. La verdad que gracias a ellos, la experiencia fue bastante mejor de lo que auguraba.

Las labores que realizábamos fueron varias. Limpieza de piscina, quitar hojas, plantar nuevas flores, hacer adornos con latas vacías, ayudar en la cocina, ayudar con las habitaciones que había que limpiar y preparar para nuevos inquilinos, y en general, estar para ayudar con lo que necesitaran los trabajadores.

El resto del tiempo lo dedicamos a visitar la ciudad de Leon, participar de su fiesta tradicional de principios de diciembre: la gritería, pasar varios días en la Playa de las Peñitas y en la Playa de Poneloya, y subir al Cerro Negro. Sin duda, lo mejor de los viajes son las personas buenas que te cruzas en él y te hacen vibrar de forma positiva.

Atractivos de Leon

Sin lugar a dudas las calles de Leon están llenas de historia. Sobre todo aquella relacionada con la revolución sandinista, protagonizada por el Frente Sandinista de Liberación Popular. Las paredes de las edificaciones están pintadas con murales que evocan la victoria de la Liberación. Además, también sus calles están adornadas con motivos pictóricos relacionados con los paisajes leoneses.

Al tratarse también de una ciudad universitaria tiene siempre bastante movimiento, y mucha oferta de ocio. En concreto, a mi me coincidió la fiesta de la gritería. Una fiesta nacional arraigada en León con mucho apego. Esta fiesta es en honor a la Inmaculada Concepción de María. La gente sale a la calle con muchas ganas a recolectar toda clase de productos que se regalan en las puertas de las casas al grito de «¿Quién causa tanta alegría?», «la concepción de María», es la respuesta.

Comida, artículos de hogar, accesorios, ropa, …, toda clase de cachibaches que se puedan imaginar se regala esa noche a quién entone el mencionado grito. Un jolgorio en toda regla, como diríamos en Canarias. Además, se celebran otras fiestas, como el pasacalles de caballos, procesiones con música y vestimenta tradicional, y ambiente nocturno con feria y puestos de comida. Sin duda quién se aburre es porque quiere.

De resto, pasear por sus calles, visitar la Casa Museo de Rubén Darío, hacer la ruta de las iglesias, visitar y subir a la cúpula de la catedral, o simplemente, sentarse en la plaza para ver pasar a niños y papahuevos tocando el tambor a cualquier hora del día.

Sí, hay mucha fiesta, de hecho escuchaba música a todas horas del día y la nochel.

Las playas de Leon

La ciudad se encuentra cerca de dos playas bien bonitas. La Playa de Las Peñitas, y la Playa de Poneloya. Para llegar hasta ellas hay que agarrar una guagua en el mercadito de sutiaba. Es la única que hay, así que no tiene pérdida. El precio de ésta es de 14 córdobas (unos 36 céntimos de euro). El horario es fácil, cuando se llene la guagua a reventar, arrancamos. Eso sí, hay que tener en cuenta que para regresar, la última es a las 6.30 p.m desde las Peñitas. Y no te preocupes, si no hay hueco en la guagua para ir de pie, o sentada, te suben al techo.

Las playas son muy bonitas la verdad. Aunque hay que tener cuidado a veces con la marea, son mareas de arrastre, y tienen bastante fuerza. Quizás lo que más me llamó la atención no fue la belleza de su costa, sino el traje de baño elegido por los locales. Se bañan con ropa, con la misma que salen a la calle. ¿El motivo? Eso mismo pregunté yo extrañada. Resulta que se avergüenzan de su cuerpo. Da igual cuáles sean sus características, ellos no se muestran.

Y claro, ven a una en bañador, y en una sociedad tan tan machista, que los ojos no solo se les salen de las órbitas, sino que sus bocas son capaces de escupir trescientas estupideces ofensivas por minuto hacia las turistas que disfrutan de un día soleado en bikini. Pero de las malas experiencias hablaremos luego.

Por último, reseñar que en el hostal Mano a Mano hacen tardes de reseteo espiritual. Al son de timbales, se hacen talleres de cánticos, tocada de tambores, bailes, y acrobacias con fuego cuando cae la noche. Sin duda te trasladan a otro mundo. Te llenan el alma de alegría. Además, invitan a todo aquel que quiera unirse, aunque no se hospede en el lugar. Un alojamiento de lujo en primera línea de playa.

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Cerro Negro

Sin duda, la atracción estrella del lugar. Les seré sinceros. Viniendo yo de tierra volcánica, me sentía como en casa en ese lugar. El Cerro Negro es un volcán que se encuentra dormido, pero ardiente, cerca de la ciudad de Leon. Hay muchas compañías turísticas que realizan tours al volcán. Normalmente, consiste en una caminata hasta su cima donde se puede apreciar un paisaje colosal. Acompañado éste por el humo que emana de su caliente tierra.

Si te agachas y tocas el suelo en ciertas partes, eres capaz de quemarte por completo. Como si pusieras la mano en el mismísimo fuego. El tour cuesta unos 30 dólares aproximadamente. Aunque, si reúnes a un grupo de gente, pueden alquilar un coche e ir por su cuenta. Siempre sale más barato. Una vez que llegas a la cima, y después de tomar las fotos pertinentes, toca bajar.

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El descenso

Para bajar el Cerro Negro hay dos opciones. O te tiras con una tabla, en la que alcanzas cierta velocidad. O te tiras corriendo como si fueras Heidi bajando los alpes donde vive su abuelito. Yo me decanté por esta última opción. Nosotros en Canarias tenemos bastantes volcanes, y, como pasatiempo, solemos pasar algún que otro domingo lanzándonos por las piconeras con cualquier bolsa o alfombrilla de coche. Así que, quise revivir eso bajando corriendo.

El clima ese día no nos ayudó. Fuimos los seis, los voluntarios junto a las jefas, que más que jefas, se convirtieron en nuestra familia durante esas dos semanas. Ana y Erick decidieron bajar en tabla. Clara, Luisa y yo lo hicimos corriendo. Y Silveria nos esperó abajo en el coche. Y menos mal. Aunque empezamos a subir el volcán con bastante buen tiempo, cuando estábamos arriba una gran nube se cernió sobre nosotros. Tapando todo lo que bañaba la luz. Comenzó a llover. Y así, con lo puesto, y a lo loco, me lancé a correr volcán abajo.

Por un momento reviví muchos momentos de mi infancia. Mis pies se enterraban en el picón a cada paso que daba corriendo. Estaba lloviendo. Estaba enchumbada (empapada). Pero no importaba. Sentí plena felicidad, ¡Qué divertido! Incluso cuando me caí las tres veces, fue imposible que mi sonrisa se desdibujara. Cuando llegué a los pies del volcán estaba llena de tierra hasta en las pestañas. La lluvia propició que el rofe se me extendiera desde las piernas hasta los brazos.

El otro lado de la moneda

Como les había mencionado, los hombres en Nicaragua son bastantes machistas. La verdad que en muchas partes del mundo las mujeres sufrimos agresiones verbales constantes. Incluso en nuestro propio país «civilizado». Es una situación que hay que cambiar a nivel mundial. Pero aún queda bastante camino por recorrer.

En especial los hombres nicaragüenses son demasiado groseros. Hay de todo, como en todos sitios, pero en su mayoría son hombres sin oficio ni beneficio que se dedican a vomitar palabras vejatorias en contra de la integridad de las mujeres. Esta clase de experiencias llegan a enturbiar el viaje, haciendo que no me sienta agusto en un sitio.

En mis carnes

Así pues, cada día recibía besos con sonido baboso, halagos que rozaban la soez, acoso cada vez que entraba en una guagua o camioneta, y rozaduras varias cuando había demasiado gente. Nunca voy a olvidar cuando un día en la guagua estaba volviendo a la ciudad desde la playa y el cobrador del billete se rozó a más no poder con mi persona. Una mujer que estaba a mi lado comentó conmigo la jugada.

«Aquí son así, te soban todo lo que pueden. Nosotras ya estamos acostumbradas a que nos digan de todo en la calle, las mujeres no valemos nada para ellos.» Que triste tener que decir que estás acostumbrada a eso y que no haces nada para cambiarlo.

Otro día en la playa estaba bañándome en la orilla, pues el oleaje mar adentro estaba bien bravo, y unos muchachos comenzaron a silvarme. A sonidos necios, oídos sordos. Seguí con mi baño y no hice caso. Los sonidos dirigidos a mi continuaron sin cesar hasta que me dispuse a salir del agua y sentí como me había caído una bola de arena en la espalda.

No soy de contestar a esta clase de acoso, pero me enrabiete de tal manera que me giré y los puse en su sitio. Se quedaron callados, pero considero que no hay necesidad de pasar por este tipo de situaciones. Lamentablemente las mujeres nicaragüenses lo viven día a día.

Valoración

La vivencia en Leon fue en general positiva, gracias a la compañía de las personas que conocimos y con la que convivimos. Y gracias también a los empleados de Casa Abierta. Que también me cuidaron y se preocuparon cuando accidentalmente me clavé tres clavos en la planta del pie,  impidiéndome tal situación caminar con normalidad. Sí mamá, ya lo sé, no voy con cuidado, y no te lo había contado para no preocuparte. Pero no fue nada grave.

Les agradezco a todos ellos esos días que compartimos. Sin duda, son lo mejor de la experiencia en Leon. Nunca les voy a olvidar. Pura vida.