
Frontera de la Balza. De Ecuador a Perú por selva
Si me están imaginando con un machete en la mano abriéndome paso por la espesa selva, voy a tener que decepcionarles. No obstante, hoy les traigo un relato sobre la frontera de la Balza. Una intrépida aventura de muchas horas en las que disfruté de paisajes asombrosos y del contraste de ambos países y ambas culturas. La frontera de la Balza comunica Ecuador y Perú por el interior, por una zona de selva. Tal vez sea esta la razón de que es el puesto fronterizo más tranquilo, menos transitado, pero más espectacular. Ya me había despedido de Baños de Agua Santa y comenzado mi viaje hacia la frontera de la Balza haciendo escala en las bellas ciudades de Cuenca y Loja.
La frontera más usada por los viajeros para cruzar de Ecuador a Perú, o viceversa, es la de Huaquillas y Tumbes, respectivamente. Es por la costa y están perfectamente conectadas con compañías de guaguas (autobuses) que realizan todo el trámite para comunicar las localidades costeñas de ambas naciones. Otro de los puestos fronterizos es el de Macara. Este no es nada recomendado debido a que es usado por maleantes y traficantes normalmente. De hecho, en el hostal de Baños en el que estaba conocí a un muchacho que me contó su trágica experiencia en dicho lugar. Sufrió un secuestro a cambio de dinero. Entre otros testimonios, es aconsejable evitar este paso fronterizo para cambiar de país.
Mi hermana y yo escogimos cruzar por la Balza. Nuestro objetivo es llegar a la zona norte-central de Perú, donde aún quedan regiones selváticas con vestigios de culturas ancestrales. El destino final de tan largo camino es Pedro Ruiz, donde haremos noche para descansar y comenzar la gran y esperada aventura por el Perú. Ese país que se presenta como un reto de descubrimiento, pues en sus tierras vivieron algunas de las culturas más fascinantes de la tierra. Pero vayamos por partes.
La frontera de la Balza
Para llegar hasta aquí tomamos una guagua nocturna que salió a las 12 de la noche de la localidad ecuatoriana de Loja. El precio es de 12 dólares. El viaje fue por la noche por lo que poco pudimos ver del paisaje. Sin embargo, desde que amaneció todo fue un espectáculo. Los paisajes entre frondosas montañas selváticas fue asombroso. Por un momento me sentí como si estuviera en Costa Rica de nuevo.
Llegamos a la Balza a las 8 de la mañana. Hacía calor. Bastante para esa hora. Me despojé de mi ropa de abrigo mientras miraba a mi alrededor para ubicar el puesto de control en el que realizar los trámites. A la izquierda, antes de un puente, vislumbré una especie de puerta que se abría, como si de un garaje se tratase. Me percaté que otro muchacho que venía en la guagua entró en el lugar. Me acerqué y efectivamente, se trataba del puesto de control.
Fue bastante curioso todo el trámite. Dos oficiales se encontraban de servicio en ese momento. Uno en calzoncillos que era el que estaba en la mesa, y otro en calzoncillos y camisilla de dormir (la típica blanca de asillas que usan nuestros abuelos) sacando la moto de patrulla a la calle desde el garaje. Todo muy normal. Me senté a rellenar un formulario que nos solicitó con nuestros datos personales. El tipo muy reservado, yo no sabía a dónde mirar, ¡estaba en calzoncillos! Después de unos minutos, pasaporte sellado. ¡Perú allá voy!
Entrada a Perú
La frontera que se cruza a pie es por un puente que cruza el río que separa ambas naciones. Un paisaje precioso. Aquí en este lugar todo funciona de una manera muy lenta y pausada. No es muy común ver a extranjeros pasar por la zona, por lo que las miradas de los locales se clavan en nosotras todo el rato. Entramos en el puesto de control del lado peruano de la frontera de la Balza. En esta ocasión el oficial al mando sí estaba vestido, pero no tenía nada preparado ni el ordenador encendido. Por lo que mientras iniciaba la apertura de su puesto de trabajo, entablamos una pequeña conversación en la que el hombre se interesó bastante por nuestro viaje.
Después de las preguntas de rigor, pasaporte sellado. Le consultamos cómo era la forma más económica de llegar a Pedro Ruiz. Nos dio algunas indicaciones sobre precios y lugares donde tomar el transporte. Nos despedimos con un apretón de manos y salimos de las instalaciones con una gran sonrisa. La verdad que nunca había pasado ninguna frontera con tanta calma. Normalmente todas las que he cruzado a pie hasta ahora han estado abarrotadas de personas y los oficiales no entablan ningún tipo de conversación, tampoco hay tiempo debido a la gran cantidad de personas que hay que atender. En este caso fue diferente, pues tan solo éramos tres los que hicimos el trámite.
El camino hasta Pedro Ruiz
Antes que nada, nos fuimos a orillas del río a desayunar. Como buenas mochileras sin recurso nos habíamos comprado algunos víveres antes de iniciar el viaje hasta la frontera de la Balza. Así que nos sentamos en un banco a disfrutar de las vistas tan bonitas que teníamos ante nosotras, mientras llenábamos nuestros estómagos con fruta, avena y algo de pan con mermelada. Barriga llena, corazón contento. Empezábamos la gran odisea para llegar a Pedro Ruiz, aunque todavía no sabíamos que iba a ser tan tedioso.
La odisea
Primero tomamos un colectivo junto con Jaime, un ecuatoriano que también iba a realizar el mismo recorrido que nosotras. Teníamos que llegar hasta San Ignacio. El primer colectivo que tomamos nos costó 15 soles (3,75 euros), bastante caro comparado con los demás. Pero era prácticamente un taxi y fue bastante largo el trayecto. Después de una hora en la que Jaime nos amenizó el camino contándonos sus historias, llegamos a San Ignacio.
Ahí tomamos un colectivo mayor hasta Jaén. El precio fue de 8 soles (2 euros) y duró dos horas en llegar a Jaén. Cuando llegamos a esta localidad tuvimos que coger un mototaxi para llegar a la terminal donde partían los colectivos hasta Bagua Grande por 1 sol cada uno (0,75 céntimos en total). Tan solo hay que preguntar dónde se cogen, allí todo el mundo conoce.
Era la primera vez que me subía a un mototaxi y todo era bastante novedoso. Aunque en algún momento temí por mi vida. Pues en cuanto a seguridad, los mototaxis carecen de ella. Y el tráfico es bastante desordenado, y ruidoso. En la terminal nos separamos de Jaime, pues a partir de ahí seguíamos rumbos diferentes. Nosotras tomamos un transporte colectivo hasta Bagua Grande por el precio de 4 soles (1 euro).
Fue el peor viaje que he hecho nunca. La combi, o colectivo, iba lleno. Me tocó sentarme en la parte de atrás, con un asiento delante de mí que me impedía poder sentarme correctamente. Mis rodillas dobladas chocaban con el asiento delantero. Por si fuera poco no había ventilación, y estaba pasando un calor infernal. Una hora y media interminable de viaje. Ya no sabía cómo ponerme, y el calor era realmente asfixiante.
El último tramo
Finalmente, tomamos otro colectivo de Bagua Grande hasta Pedro Ruiz. Este último por un precio de 5 soles. El viaje fue más tranquilo y confortable. Por fin llegamos a Pedro Ruiz. Aquí nos quedaremos esta noche, en el Gatito, un hostal en la calle principal por 15 soles (3.75 euros). He de decir, que aunque el viaje fue bastante cansado, me quedé impresionada con la belleza del paisaje. Sin duda, el cruce de fronteras más lindo que he hecho hasta el momento. Mañana visitaremos las cataratas de Yumbilla, para después irnos a Chachapoyas.
Muy chulo tu post, nosotros estamos pensando hacer el mismo trayectopara llegar a Chapapoyas. Nuestra duda es que.viajamos en familia con dos niñas de 3 y 7 años. Quizás sea muy duro para ellas, tu que opinas??. Gracias de antemano. Saludos.
El paisaje es bastante entretenido. Yo creo que tampoco es tan duro para los peques. Recuerda llevar suficiente agua y comida y listo 🙂 seguro que lo pasan en grande
Que buen relato, me da animos para viajar de chachapoyas a acuador por la balza.y de alli llegar a colombia.
Fue un viaje maravilloso, te animo a que lo realices, no te vas a arrepentir.