El Mirador de Osa, un lugar para perderse

El planteamiento de mi viaje por Costa Rica es sencillo. Trato de visitar el país intercambiando unas horas de trabajo por alojamiento y comida en diferentes lugares. De tal forma, puedo conocer a fondo los encantos locales y, a la vez, aprender de su cultura. Al principio tenía ciertas dudas sobre el funcionamiento real de esta práctica, pues muchas veces, como la mayoría de cosas en esta vida, uno no lo cree hasta que no lo ve o lo vive en sus propias carnes. He de reconocer que como experiencia es auténtica y gratificante. Durante dos semanas nos hospedamos en El Mirador de Osa, unas cabañas situadas en medio de la selva tropical, concretamente, en los Mogos de la Península de Osa.

Siempre que llegas a un sitio nuevo, hay muchas dudas y sentimientos contradictorios. Sin embargo, Sandro, el encargado de las cabinas y del restaurante, nos hizo sentir como en casa desde el minuto uno. Llegamos en una tarde oscura y lluviosa. La guagua (autobús) nos había dejado justo en la puerta del recinto, aunque aparentemente tenía un aspecto bastante solitario. Recuerdo que había algo de niebla, pero no hacía frío. De hecho, era bastante cálido el ambiente. Sandro nos invito a un fresco, como aquí lo llaman, un zumo de sandía hecho por él mismo, todo un detalle de bienvenida.

Enseguida nos contó que se encontraba solo en el lugar, y que, por eso, necesitaba bastante ayuda para dejarlo todo a punto de cara a la temporada alta que empieza en Noviembre. Después de unas palabras, y valiéndose de su linterna, nos acomodó en lo que sería nuestro hogar en las siguientes dos semanas. Se trataba de una cabaña que contaba con dos grandes puertas correderas de cristal, algo que iba a darle un toque auténtico a la estancia, pues al despertar, se podía observar toda clase de animales. Ya era tarde, así que nos dispusimos a cenar y a descansar para al día siguiente ponernos manos a la obra.

Durante el tiempo que estuvimos allí, las actividades fueron varias. Sandro nos había contado que desde hace unos meses era él el que administraba el lugar, y que la temporada alta estaba pronto a empezar. Nos dedicamos a limpiar bien a fondo la cocina. Del comedor limpiamos cada una de las sillas y mesas que estaban hechas de fibra de vidrio, y el suelo lo cepillamos bien con cloro, solución que aullenta a mosquitos y demás bichos. Le ayudamos a limpiar la piscina y a tener un cierto control sobre ella, pues es un servicio que hay que prestarlo en óptimas condiciones a los clientes. Por último, tomamos el rótulo de presentación de las cabinas y el restaurante, le quitamos todo el vinilo que estaba comido por las inclemencias del tiempo, lo pintamos entero de blanco, y, a partir de ahí, lo pintamos todo de nuevo. Fue un trabajo arduo, aunque no lo parezca, pero sencillamente gratificante. Que un lugar vaya a contar con su cartel de presentación hecho por nosotras, era todo un orgullo.

Pero no todo fue trabajo. Sandro nos consiguió un tour para ir al Parque Nacional de Corcovado en Puerto Jiménez (unas dos horas en guagua desde el Mirado de Osa) más barato. Eso nos permitió adentrarnos en la selva más salvaje y pura que habíamos visto hasta el momento. También pudimos conocer Puerto Jiménez y su costa. Y, como no, los alrededores de los Mogos de Osa y su fantástica playa. Aunque he de reseñar, que para llegar a la playa hay que atravesar un sendero durante una hora solo de bajada, lo peor está al volver, pero las vistas son maravillosas. Desde lo alto, antes de llegar a la playa, puedes apreciar la confluencia del agua salada con el agua dulce procedente de las montañas, puro espectáculo natural.

Los animales que pudimos ver sin salir de las cabañas y del restaurante fueron una cantidad enorme de pájaros de todos los colores y tamaños, sapos enormes y gordos, tucanes, lapas, cariblancos, monos arañas, pizotes, y una especie de capibara cuyo nombre no recuerdo. Todo un lujo para la vista y los sentidos. Aquí les dejo unas fotos de los días que pasamos en El Mirador de Osa. La verdad que la despedida fue hasta difícil y emotiva. Gracias Sandro nuevamente por la experiencia. Fue todo un placer.