Diez días de aventura por Guanacaste parte IV

Diez días de aventura por Guanacaste parte IV

Y aquí les traigo la última parte del relato sobre los días de acampada recorriendo las playas de la Provincia de Guanacaste. En esta ocasión, abandonamos playa Órganos para dirigirnos a Montezuma. Ese día se levantó bastante lluvioso y oscuro. Aún recuerdo el olor a arena mojada por la mañana. Desayunamos algo y recogimos las cosas. Los ánimos estaban un poco bajos. El día anterior había sido duro, y la noche bastante movida.

Hacia Montezuma, Guanacaste

Aprovechamos que una familia iba a marchar de la playa para irnos con ellos en coche. Nos dejaron en el camino principal. Ahí agarramos otro ride hasta el pueblo de Paqueras, donde un señor en camión nos recogió y nos dejó en el pueblo de Cobano. Es la única conexión que hay para llegar a Montezuma.

En Cobano, Guanacaste, hicimos alguna compra en el Palí (el supermercado más barato de Costa Rica), y pedimos ride. Unas muchachas nos llevaron en el cajón trasero de su vehículo. Por fin, llegamos a Montezuma. Dimos una vuelta de reconocimiento del terreno para ver dónde podíamos colocar la tienda de campaña. Había llovido y estaba todo mojado.

Unos locales nos indicaron un bonito lugar en la arena. Allí montamos la caseta. Intentamos hacer fuego, pero resultó fallido, la leña estaba demasiado húmeda. Decidimos preparar una ensalada en tortillas de millo que resolvieron bastante. Y después de cenar, nos tiramos a descansar resguardados en la caseta.

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Proyecto con tortugas de Montezuma, Guanacaste

Algo que no me gustó de Montezuma, es el proyecto que existe para la conservación de las tortugas. Un proceso que interfiere en el devenir natural de la reproducción de la tortuga lora. Cuando una tortuga pone huevos, éstos son recolectados por la asociación. Los colocan en un criadero, metros más arriba de su lugar inicial.

Cuando nacen, las colocan en un recipiente, y se dirigen a la playa cerca de la orilla del mar. Ahí las sueltan ante la mirada atónita de turistas que han pagado previamente por ver eso. Para mi gusto, un circo más. No hay que olvidar, que las tortugas lora se guían por el olfato. Cuando nacen es importante que reconozcan el lugar a través de este órgano, ya que llegarán a la misma playa a desovar en la edad adulta.

Es algo que aprendí cuando realicé el voluntariado en la Playa de Ostional, también de la provincia de Guanacaste. Hicieron mucho hincapié en la necesidad de no manipular a las tortugas en su nacimiento, para que ellas pudieran reconocer a la perfección el terreno. Una lástima que en Montezuma, al igual que en otros lugares, se realicen estas prácticas.

La noche se tornó lluviosa y tormentosa. Algunos rayos y truenos pudieron ser vistos y escuchados. Pero después de la tormenta siempre llega la calma. El día siguiente amaneció precioso. Un día soleado y calmado. Después del desayuno, fuimos a visitar las cataratas de Montezuma. Acto seguido, nos dirigimos a la que sería nuestra última parada en esta aventura: la Isla Cementerio de Cabuya.

Isla Cementerio de Cabuya

A la Isla Cementerio de Cabuya en Guanacaste solo se puede llegar en marea baja. Cuando la marea sube, ésta se queda totalmente incomunicada. El día anterior habíamos chequeado la marea. Estaría baja a las 11 de la mañana. Y ahí estábamos, frente al inicio del camino, a punto de vivir una experiencia única.

Isla Cementerio de Cabuya, Guanacaste, Costa Rica

Llegamos a la otra orilla. Al pisar la arena, un camino cuesta arriba hacia la derecha nos condujo hacia la puerta del cementerio. Pedimos permiso para entrar y acampar allí. Buscamos el mejor lugar para hacerlo, de manera respetuosa. El día lo dedicamos a tomar sol, escribir, y disfrutar del paisaje  y de la tranquilidad del lugar. En pocas horas nos quedamos totalmente aislados. Ya no quedaba nadie en la isla. Y de ahí no podríamos salir, a no ser que lo hiciéramos nadando.

La sensación fue un tanto extraña. Estábamos solos en una pequeña isla. Bueno, solos, solos, no. Algunos buitres nos acompañaron, y los cuerpos y almas que allí quedaron descansando en paz. Aunque, notamos algo extraño en el lugar donde colocamos la caseta. El suelo estaba totalmente hueco. Pisamos varias veces. Se hundía y sonaba a puro hueco. Pero intentamos no ponerle asunto.

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Llegó la noche, hicimos fuego, y cenamos. Queríamos hacer fotos nocturnas del lugar, y a ser posible, alguna grabación. Así que, nos dormimos, y pusimos el despertador a eso de las 11 de la noche. Cáhil había escuchado el ruido de unas llaves cerca de la puerta de entrada del cementerio mientras hablaba por teléfono. Estábamos a la espectativa, pero sin miedo.

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Dormimos profundamente, la verdad que en ningún momento sentimos perturbación ninguna. Tan solo sentimos paz y tranquilidad. Sonó el despertador. Cogimos la cámara de fotos de Cáhil. Nos adentramos en la zona de las tumbas. Las vistas eran muy bonitas. Todo estaba en calma. El cielo estaba especialmente estrellado. Como si pudiéramos alcanzar las estrellas si nos poníamos de puntillas.

Dejamos un móvil grabando por la noche. Sobre una tumba que estaba techada. Nos fuimos a dormir después de tomar algunas fotografías. A la mañana siguiente, recogimos el teléfono móvil. Para nuestra sorpresa, solo había grabado 20 minutos. Decidimos limpiar la grabación cuando ya estuviéramos en casa de Cáhil (nuestra siguiente parada en el viaje). Ese día, esperamos a que la marea bajara un poco para emprender el camino de vuelta a la civilización.

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Hasta pronto

No aguantamos hasta que la marea bajase del todo, pues el camino se tornaba largo de regreso a San José. Por eso, empacamos todo, y comenzamos a caminar. Fue un poco difícil. Las olas venían de ambos lados. Como si la corriente convergiera en un único punto: el lugar por donde pasábamos. Con alguna dificultad, cruzamos por completo. Pedimos ride, y fuimos cambiando de coche en coche hasta que llegamos a Paquera, donde conocimos a Damis que nos llevó de seguido hasta San José.

Atrás dejamos aventuras, recuerdos que no olvidaremos, personas únicas y maravillosas que nos cruzamos en el camino, y todo un reto de superación constante y supervivencia. El viaje de regreso lo hicimos en ride hasta San José, donde pasamos una noche antes de llegar a la localidad sureña de Golfito, de dónde es Cáhil. Sin duda, unos días que marcaron un antes y un después en nuestro apasionante viaje.

Isla Cementerio de Cabuya, Guanacaste, Costa Rica

La grabación

Escuchamos la grabación en casa de Cáhil, después de pasarla por un programa para quitarle el ruido. Aunque esperamos escuchar más sonidos, al final nos llevamos un susto. Durante el tiempo que grabó, solo se escuchaban ruidos como golpes, nada claro. Hasta que casi al final de los 20 minutos que se grabaron, se empezó a escuchar un golpe seco, metálico, con bastante fuerza y muy seguido. Como si se chascasen dos hierros muy rápido. Después de esa serie de golpes, la grabación se detuvo. No sabemos porqué, ya que habíamos hecho la prueba de dejarla grabando y nunca se detuvo como esa noche.